También escucho que la gente
piensa cosas absurdas y, en algunos casos, malintencionadas, acerca del
diezmo. Algunos pseudo-ortodoxos, por ejemplo, dicen que el diezmo es un
precepto que se instauró, en su momento, sólo para los judíos o, en
todo caso, que su obligación era sólo para el tiempo del antiguo
testamento. Frente a lo primero, hay que decir que Abraham
y Jacob diezmaron siglos antes de que el diezmo fuera instaurado en la
Ley Mosaica, y aún Abel ofrendaba a Dios antes que las ofrendas
estuvieran consagradas como obligación para el pueblo de Israel, lo que
deslegitima el argumento de que el diezmo es sólo para judíos. Con
relación a lo segundo, en tiempos de Jesús, Él mismo exhortó a los que
diezmaban y ofrendaban todo lo que conseguían, pero olvidaban ayudar a
los más necesitados, haciéndoles ver que era necesario que hicieran lo
uno, sin dejar de hacer lo otro, con lo cual se invalida, además, otro
argumento común que dice que en lugar de diezmar, es mejor darle el
dinero o ayuda a los pobres. Y, para los que piensan que el diezmo no es
una verdad presente, en el libro de Hebreos, es decir después que Jesús
murió, resucitó y ascendió a la diestra del Padre, tres veces se
menciona el diezmo como un precepto vigente. Por último, para los
seguidores de los Falsos Profetas de la postmodernidad, que afirman con
descaro y pretendida sapiencia, que el diezmo es un engaño, los remito,
entre otros, a las palabras del profeta Malaquías, último libro del
antiguo testamento, en donde claramente se desvela la verdadera razón de
ser del diezmo, y a renglón seguido explico lo que Dios me enseñó al
respecto.
Cuando Dios creo el universo, todo lo que existe, las
maravillas de la naturaleza, los milagros que frente a nuestro ojos se
pasean día a día, la diversidad de especies forestales y animales, el
agua, los astros solares, los fenómenos naturales, las leyes de la
física, la química, la termodinámica, etc., lo hizo antes de crear a la
raza humana. La razón es muy simple: quería entregarnos un mundo
maravilloso, inmejorable, sin igual, sorprendente, para que lo
disfrutáramos. Todo lo hizo, para nuestro deleite. Todo lo hemos
recibido de Dios: la vida, el aire para respirar, el sol, el agua, los
alimentos, un planeta habitable y apto para la existencia (haciendo
abstracción de los desastres que el hombre ha hecho con la Tierra), la
capacidad de pensar, de sonreír, de sorprendernos, de decidir, de amar,
de soñar, de sentir placer, etc.
Todo lo recibimos de Él. Todo le
pertenece finalmente a Él. Todo volverá a Él. Así que, cuando Él demanda
de nosotros, solamente el diez por ciento de lo que nos da, el noventa
por ciento restante sigue siendo de Él. Claro, diría alguno, entonces no
debería pedirnos nada, porque al final todo va a volver a Él. Y, parece
tener sentido. No obstante, es la misma lógica que dice: “¿si era malo
que el hombre consumiera el fruto del árbol del bien y del mal en el
huerto del edén, por qué Dios lo colocó en medio del huerto?, ¿No parece
un poco perverso, provocar, o “tentar” al hombre? Bueno, lo primero es
aclarar que Dios no tienta a nadie, y el relato bíblico dice que quien
tentó al ser humano fue la Serpiente Antigua, o diablo, o Satanás. Dios
prueba los corazones, porque nos dio la libertad de elegir entre obedecerlo o
no. Si Dios hubiera querido adoradores incorruptibles, habría
creado seres autómatas, sin voluntad, que sólo hicieran lo que Él
dijera, sin reparar, sin excusas, sin reservas, y en ese evento, creo,
la historia habría sido bastante aburrida. En efecto, cuando algo o
alguien hace, lo que está automáticamente programado para hacer, sin
sorpresas, la cosa no tiene nada de emoción.
Pero el Dios que
conozco es la persona más divertida del universo. Él se emociona y se
alegra tremendamente cuando sus expectativas con el hombre se ven
recompensadas, al hallar personas que están dispuestas a obedecerle
cueste lo que cueste, voluntariamente. Dios, ante individuos con un
corazón rendido a Él, que hacen lo que Él quiere, tiene una eternidad de
bendiciones. Ese es el propósito del diezmo. Dios pide, como lo dice el
profeta Malaquías, que lo probemos a Él, si no abrirá ventanas en los
cielos y derramará bendiciones hasta que sobreabunden, si obedientemente
ofrendamos, diezmamos, y en todo hacemos su voluntad.
Por último,
aunque Dios no necesita de nosotros, porque todo le pertenece, es el
dueño del oro y de la plata, todo el universo conocido lo extiende con
sus manos, a través de los diezmos y ofrendas nos bendice (yo lo he
podido comprobar muchísimas veces), y utiliza el fruto de nuestra
obediencia para extender su reino. El que existan algunos falsos
“pastores” que engañan a la gente y le sonsacan sus bienes, y aunque
también hayan falsos “siervos” de Dios que utilizan la generosidad de la
gente y se aprovechan de su buena fe para estafarlos, eso no nos excusa
de obedecer a Dios, porque el cumplir lo que la Biblia determina, es
algo entre Dios y yo, individualmente.
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