sábado, 7 de julio de 2012

LA HISTORIA-SUEÑO DE MI VIDA

Hace muchos años, antes de que mi mamá y mi papá se conocieran, un señor que los conocía a los dos, se soñó conmigo. Sí, yo sé que suena loco, pero así fue. Bueno, yo solo supe que ese señor se soñó conmigo. No me pidan que les cuente el sueño. No sé qué fue lo que vio. No tengo ni idea. Y aún hoy después de tantos años, por más que intento, no logró entender que pudo pasar en ese sueño. Pero eso le cambió la vida. Supongo lo que están pensando. Que no hay nada especial en mí. Yo pensaba parecido. Pero, para que alguien se soñara conmigo antes de que mis papás se conocieran, algo inusual debía estar pasando. ¿No creen?

Como digo, aquel sueño le cambió la vida. ¡Y de qué forma! Desde ese mismo día se dedicó a imaginarme. ¿Pueden creer? Antes que mis padres siquiera me tuvieran en sus planes (si es que me planearon), hizo todo lo necesario para que yo naciera. ¿Saben algo? Él me dibujó con sus dedos en hojas de papel; Planeó tardes de parque con pajaritos, dulces, y todas esas cosas que a uno de niño le gustan tanto y lo llenan de recuerdos; Previó en su mente todas las posibilidades de mi vida. Que mis papás no se gustaran al comienzo, que llegaran otros hijos antes que yo, que alguno de los dos muriera y me quedara huérfano, etc. Todo lo pensó.

Ustedes se pueden reír, pero él incluso previó que me gustara el fútbol, aunque nunca llegara a ser un buen jugador. Él sabía que al igual que cualquier otro ser humano yo tendría defectos y virtudes. Lo interesante es que él sólo pensó en virtudes, características y dones especiales. Claro que yo tengo muchos defectos ¡ni más faltaba! pero es que ese señor tenía mucha fe en mí, no se por qué. Ahora, la verdad es que las cosas malas de mí, yo creo que no vinieron de fábrica. Esas me las puso la vida, o yo, o los demás. Pero él no pensó en eso. Definitivamente solo tenía pensamientos de bien para mí.

Bueno, este señor hizo tan bien todas las cosas, que logró que mis papás se unieran en ese segundo indescriptible que precede a la existencia, y aunaran sus raíces a mi causa, para que luego de un tiempo naciera yo. Y nací de los padres que ese señor conocía y que él vio en su sueño. ¿No les parece increíble? Él tuvo un sueño, y movió cielo y tierra para cumplirlo, hasta que lo hizo realidad. A mí la historia me la contaron años después, cuando ya podía entender ciertas cosas, pero no me la contaron completa. A los niños, siempre les esconden algo. No se lo cuentan todo.

Al comienzo, claro, era el sueño-realidad de un hombre que yo no conocía. Pero, ustedes saben que la vida a veces no es tan dulce, y la infancia, incluso, tiene sus páginas oscuras. Todos tenemos recuerdos que nos duelen. Esa persona que nos dañó, que atropelló nuestra inocencia, ese amigo que nos hirió con sus bromas pesadas, y rompió para siempre nuestra confianza en nosotros mismos, ese mal amigo que echó a perder el corazón de niño. Siempre es igual. Alguien abre el camino de la amargura o la deshonra, y nuestro corazón huye al destierro y a la soledad. Alguien abre una puerta, y detrás de ella la oscuridad.

Yo dejé de ser el sueño que era antes. Antes de la violencia, del abandono, de la vergüenza, y de la soledad. Pero antes de ese antes, hubo un sueño. Y el hombre del sueño se enteró de lo que había pasado conmigo. Él supo que de niño alguien sembró una mala semilla en mí. Que desde entonces salieron a flote todos mis defectos y pecados. Que yo ahora era un hombre sin esperanza y sin destino, lleno de egoísmo, amargura, resentimiento y desespero. Y lloró. Cuando se enteró que mi vida era un desastre, cuando vio hasta dónde había caído y lo lejos que estaba de ser la persona que el soñó, lloró por mí. Con auténtico dolor, como por hijo fallecido. ¿Qué fue lo que vio en ese sueño? Me vuelvo a preguntar. Y otra vez tengo que reconocer que no entiendo. Pero ese sueño tuvo que ser algo, porque el hombre de rodillas deseó con todo su corazón cambiar mi vida y volverla su sueño. Así como lo oyen: cambiar mi vida y volverla su sueño. Ese era su empeño y, me dijeron, además, que me andaba buscando.

Cuando yo me enteré de eso, cuando alguien de buen corazón me contó la historia como ahora se las estoy contando a ustedes, decidí conocerlo. En realidad, yo no estaba pensando en darle las gracias por ese dudoso favor de volverme su sueño, ni en retribuir en algo el estar vivo gracias a sus intervenciones. No. Yo iba dispuesto a poner al hombre en situación. Que se dejara de sueños bonitos e historias de fantasía. Yo ya ni siquiera recordaba si mi vida alguna vez había sido el sueño de alguien, porque todo en mí tenía color de pesadillas. Él tenía que entender que los sueños están hechos de un material que no nos cabe en las manos, y que por muy bueno que fuera el suyo, se le había caído, y ya no era ni siquiera pedazos de sueño.

Y lo busqué. El hombre, muy decente, muy señor, cuando fui a buscarlo me atendió, me dejó hablar. Y yo me iba a despachar con él y a acabar de una mala vez con ese cuentito de su sueño, pero no pude. Mientras lo miraba fijamente a los ojos, no sé que vi, no se cómo explicarlo, pero yo estaba en esos ojos. Cuando él me vio, me vi a mi mismo de niño, llorando. Me vi mirándome en cada desilusión de mi vida. Él me miraba y era yo mismo mirándome a la orilla de la desesperanza y el dolor. Entonces, recordé las penas de mi vida, una por una, pero de una forma diferente. Era como volver a vivir los dolores, sabiendo que alguien más los sufría por mí. Es que no es fácil de explicar, pero supe que él estuvo, de algún modo, cuando de niño me lastimaron, que sufrió todos mis dolores, que padeció todas mis enfermedades, que grito conmigo mi desespero, mientras se abrazaba a mí con fuerza.

Ese fue el primer día de mi vida. De mi verdadera vida. Estuvimos un largo rato hablando. El me mostró el precio de cambiar mi vida por su sueño. Se los voy a decir de esta forma: Él se encargó de que yo naciera, y luego tomó la firme determinación de rescatarme. Es como si un fabricante de muñecos hace uno con el que soñó, su obra maestra, su creación consentida, y alguien se lo roba. Entonces sale por todos los caminos y recorre las plazas y mercados buscando la niña de sus ojos, por si quizás alguien la ha puesto en venta.

El me enseñó a soñar. Supe por él, que hay sueños que valen la pena, y hay otros que valen la vida. Él me hizo sentir, por primera vez, la persona más importante del universo, y me hizo entender el auténtico sentido de la palabra amor, que dicho sea de paso, tiene muy poco que ver con lo que la mayoría piensa. El amor -él me enseñó- está hecho de la misma sustancia que los sueños: se te cae de las manos si no lo compartes con otros. Cuanto más te empeñes en alcanzar un sueño, tanto más lo vas a amar. Cuanto más te cuesten, más valor tendrán para ti. El amor y los sueños que se cumplen, son hechura de la voluntad inquebrantable del que ama. Yo soy su sueño, y vaya que tuvo que ser especial ese sueño, si le costó su vida.

Sí, el pagó un alto precio por cambiar mi vida y hacerla su sueño. Me mostró ese precio en los huecos que tenían sus manos y sus pies. Me mostró las cicatrices que dejaron en sus sienes una corona de espinas. Pude ver las huellas de una llaga en sus espaldas y lo que quedaba en su costado atravesado. Me contó cuando sus lágrimas de agonía como gotas de sangre cayeron a la espera de que el precio de su sueño mío, pudiera ser condonado, al fin y al cabo yo era su sueño desde antes. Pero no pudo ser así, me contó. Me dijo que era necesario pagar ese precio para que este sueño que ustedes ven hoy aquí, frente a ustedes, se cumpliera.

Y todas las mañanas, desde entonces, lo primero que hago al despertarme es buscarlo a Él entre los restos de los sueños míos. Todos los días le hablo al mundo del amor con que Él formó mi vida desde chico. Todos los días, con el mismo anhelo con que un niño se dispone a jugar su juego preferido, con la misma ansiedad con la que un siervo brama en el desierto buscando una fuente de agua viva que le apacigüe su sed insoportable, así busco su estrella en las mañanas en medio de ese cielo nuevo que me regaló. Y miro en mi espíritu su sello. La marca que puso sobre mí como testimonio indubitable de lo mucho que apreció mi vida, su sueño. De rodillas, todos los días elevó al cielo mi voz y cantando le digo: Te Quiero. Y todos los días le pido que me deje verme a mi mismo con sus ojos, que me cuente su sueño. A ver si alguna vez entiendo.

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